El Sol y la Luna
El Sol y la Luna eran marido
y mujer. Un día el vecindario resultó con el chisme de que la Luna acababa de
ser madre de las Estrellas que hay en el cielo. Sin darse cuenta el Sol de lo
que acontecía en su casa porque venía de la Tierra, se alarmó y puso en
confesión a su señora. Tenía razón, porque lo que se comentaba pasaba de
castaño a oscuro. La Luna, respetuosa dé su honra, se dísculpó de lo
lindo. Puso testigos de su comportamiento, y Viento, Lluvia, Nube, Relámpago y
demás elementos, tuvieron que declarar. La averiguación se demoró mucho, pues,
siendo el problema delicado, nadie deseaba mezclarse en asunto de esa clase. El
que sabía alguna cosa se mamaba, o enmudecía como un pez. Como en el
palacio del Sol no se logró saber nada, se llevó el problema adonde Dios, que
estaba observando todo sobre el pico de un monte. En el cielo, frente a San
Pedro que hacía de secretario, se oyeron declaraciones que separaron el
matrimonio. Dios los condenó a vivir arriba, encima del aire, uno detrás de
otro, alumbrando a los hombres, pero sin verse cara a cara.
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